Estuvimos casi un mes en Tarija y para ser honestos, nos sentimos muy bienvenidos. La gente que nos encontrábamos se alegraba que viniéramos de Chile y nadie nos preguntaba de La Haya. El cambio fue brusco respecto a Uyuni y Tupiza, hay que decirlo. La amabilidad y alegría de los chapacos son fuera de lo común. Además de eso, allí comimos realmente rico, no solo en la calle y el mercado, sino también en la casa de nuestro couchsurfer Antonio.
Apenas llegamos a Tarija buscamos ubicación recomendada por IOverlander y después de meditar un poco escogimos la plaza de la Iglesia San Roque. En ese momento, no sabíamos que en 4 días más comenzaría el cierre de la fiesta de San Roque, típica de Tarija y multitudinaria. Tuvimos además la suerte que nuestro couch era bailarín y un chapaco de tomo y lomo. Nos dio a probar las blanqueadas (empanadas con cayote y crema encima) y nos llevó al mercado central más pulcro que conocemos, realmente inmaculado. Allí tomamos combinado (helado con jugo de limón) y al día siguiente – por su propia recomendación – fuimos por lo más típico; un saice, una especie de guiso. Una semana más tarde, también tocamos música con nuestro amigos argentinos por casi todo un día prácticamente, en pleno hall central del mercado.
Fiesta de San Roque
La fiesta de San Roque cada año convoca a más personas, según escuchamos en las calles. Hace mucho existía en Tarija el único hospital para leprosos en Bolivia. Durante la mayor parte del año, los enfermos se podían autosutentar con producción propia, sin embargo, los meses del año en que la agricultura no daba, se acercaban al pueblo con sus cuerpos cubiertos y haciendo sonar unas varas para anunciar su llegada; así evitaban contagiar y las personas les dejaban comida afuera de las casas. Esto, se mezcla con la veneración a San Roque, quien fue un noble muy adinerado, que renunció a todo para cuidar a los enfermos de lepra en Francia, se contagió y un perro lamió sus heridas y lo curó. Por eso se dice que es el santo de los enfermos, pobres y animales. Hoy quienes caminan por las calles de Tarija no son leprosos, pero representan esta antigua tradición y con ello, alaban al santo año tras año.
Gastronomía local

Sentimos que el recibimiento compensó todo lo mal que lo habíamos pasado con el robo. Incluso tuvimos la oportunidad de comer varios días en la casa de Antonio. Las mujeres de la familia eran expertas chefs de comida local, su sobrino un catador de quesos y su padre, un emprendedor vitivinícola que nos dio a saborear el mejor singani que hemos probado hasta el momento. Regresamos la mano diseñando las etiquetas para la nueva producción y mejorando otros diseños ya consolidados.
La sopa de maní a 6 bolivianos (algo así como 600 pesos chilenos, es decir, menos de un dólar), era exquisita, con papas fritas arriba y muy abundante. Y cómo olvidar los karpiles de limón, bebida láctea típica de Tarija, tan adictiva que los estudiantes que iban a La Paz o Cochabamba, lo pedían en sus encargos a sus familias.

Y para seguir con la dieta chapaca, no podemos dejar de mencionar al
Kapo. Ubicado a una esquina de la plaza San Roque, un imperdible. Cualquier plato, 20 bolivianos, siempre con su buena carne y acompañamientos a gusto. También tiene sandwiches y otras delicias, pero lo más bonito de todo, es que te prepara todo ahí mismo, ves el proceso que te aumenta el apetito. El Kapo es capo y buena onda. Nada que hacer con esa combinación, vayan si están allá.
Jardines chapacos
Tarija es una ciudad grande, tiene muchas plazas, muy bien cuidadas con flores y árboles altos para capear el calor y también las lluvias.Eso sí, ojo con quedarse tomando cualquier cosa en las plazas, los policías hacen rondas y nosotros lo aprenderíamos amablemente de un uniformado que nos sacó de nuestra amena reunión argentino-chilena de Fernet con Coca Cola.
Más comida

En Tarija conocimos a varias personas, algunos anónimos. Nos recordamos con cariño de Mariana y Diego que nos acompañaron a comer sonzo. Cerca del Mall (caro, vacío, pero con buenos baños), está el puente San Martín, allí les recomendamos ir de todos modos, para almorzar o cenar o simplemente si están con hambre. Allí encontrarán sauce, anticuchos, tortas de queso (empanadas) y lo más rico que probamos; sonzos. Originarios de Cochabamba, también los hacen allí, son una mezcla de puré de yuca con queso montadas en una rama. Exquisito.
Otro lugar que se quedó en nuestro recuerdo es San Jacinto. A un par de kilómetros del centro de Tarija, nos dio hermosos paisajes y un relax fantástico. Aunque la rivera del lago no es del todo de fácil acceso para un furgón, logramos pasar entre los árboles. Allí nos quedamos dos noches, muy tranquilos, con las puertas del vehículo abierto, full brisa suave. Su único defecto son los mosquitos pequeños que hasta el día de hoy no entendemos qué querían de nosotros, no nos picaban, solo se quedaban quietos y morían al más suave toque.
Arte y educación

Conocimos también la Casa Creart, un lugar donde un nuevo amigo chapaco, Daniel, alias el Chiquilín, hacía clases de música. Les recomendamos pasar por ahí, si no es para una clase de música o artes plásticas, a comer algo rico que preparen sus dueños. Además del contacto con el mundo artístico, pudimos conectarnos con el sector uiversitario. Dimos nuestra primera charla en el marco del proyecto de viajes en la universidad Domingo Savio, sobre comunicación estratégica, pero aprovechamos también de hablar de nuestro estilo de vida. Fue una gran experiencia, si alguna vez volvemos, ya tenemos todo coordinado, iremos a dar clases allá, ¡seguro!
Despedida
Al salir de Tarija vivimos un trocito de selva, Tariquía. El pulmón del sur de Bolivia, no bajamos porque teníamos ganas de llegar a Argentina y ya se estaba empezando a oscurecer. Pasando el segundo túnel camino a Bermejo, nos encontramos con muchos mosquitos. No dimensionamos la cantidad hasta que paramos en Bermejo, donde encontramos muchos insectos estrellados contra el parachoques, las luces delanteras y los tubos de agua de arriba. Y bueno, también encontramos ranas… que lamentablemente pensamos que eran rocas. QEPD.
Una observación interesante; desde Bolivia no nos querían dejar pasar a Argentina por la falta del seguro vehicular. Pasamos la noche en Bermejo donde casi no dormimos por el calor (nuestro aire acondicionado estaba mal hace rato). Al día siguiente, decidimos arriesgarnos para cruzar nuevamente y lo logramos. Después de explicar la situación ya en Argentina, nos dejaron ingresar al país con el compromiso de comprar el seguro apenas pudiéramos. Más que nada para evitarnos problemas con la policía. Cuento corto, lo contratamos por internet en un cibercafé en Aguas Blancas. Importante: la aseguradora que hay allí no emite seguros a extranjeros.
Agradecimientos totales

Tarija es linda, chura. nos costó muchísimo salir de la ciudad. Allí llegamos después del robo de nuestros equipos, allí nos recibieron con cariño casi todos con quienes hablamos, allí nos llenamos de ganas de seguir con nuestro viaje. Fueron importantes en nuestro paso por tan chura ciudad: Antonio y Ciscar Daniel y sus familias que sin duda nos hicieron sentir como en casa. Unos chapacos más. A Mariana y Diego por su buena onda. Pafa y Facu por su amistad y música. La familia de Genaro que se graduaron como los mejores vecinos en San Roque y por supuesto al Kapo, las mejores carnes que comimos.
Ver nuestra bitácora camper en YouTube